La Pequeña Asesina con el Coeficiente Intelectual de un Genio

A los 11 años degolló a su compañera porque le dijo “gorda”: la pequeña asesina con el coeficiente intelectual de un genio. 

Un día, tuvo una discusión con Satomi Mitarai, su compañera de clase y mejor amiga. Satomi le dijo que ella era mucho más popular y, luego, publicó en el sitio de Natsumi un mensaje donde la llamó “gorda” y “pretenciosa”. Natsumi se enojó mucho y le exigió que se disculpara. Satomi no prestó atención a la rabia de su amiga y, sin darse cuenta, se convirtió en el foco de su creciente ira.

Menos de un mes después del epíteto de “gorda” por parte de Satomi, vendría la venganza real. Sería en un aula y sin testigos directos.

El primero de junio de 2004 la clase entera de Natsumi se reunió en el patio del colegio para hacerse la típica fotografía escolar anual. En esa foto, Natsumi está parada a un par de metros de Satomi, mientras las dos forman la “V” de la Victoria con sus dedos.

Ese martes primero de junio de 2004 sería muy distinto a todos los martes vividos en la escuela primaria Okubo de la ciudad de Sasebo, en Nagasaki, Japón.

El crimen estremeció a Japón y al mundo. Una niña con excelentes notas y un IQ de 140, había asesinado a su amiga en el colegio. La prensa la llamó Nevada Tan, y los investigadores indagaron qué la llevó a semejante horror. Su obsesión por las películas de terror, el engaño que planeó para el crimen y las sangrientas fotos que se viralizaron. Por qué se convirtió en un macabro ícono adolescente. 

A la hora del almuerzo Natsumi Tsuji (11) invitó a su íntima amiga Satomi Mitarai (12) a un aula vacía. Quería enseñarle un nuevo juego, muy entretenido. Natsumi la guiaría. Sentó a Satomi en una silla, le quitó los anteojos y los apoyó con cuidado en un banco vecino. Le dijo que iba a morir. A pesar de eso, Satomi no salió corriendo. Después de todo, era solo un juego. Natsumi le explicó que no debía mirar y le preguntó si le gustaría tener una toalla sobre sus ojos. Satomi se negó. Entonces, Natsumi tapó los ojos de su amiga con una de sus manos y, con la otra, sacó un filoso cúter y se lo clavó en el medio del cuello. Satomi, con la garganta abierta, se quedó sin voz para pedir ayuda y no llegó a defenderse. Natsumi continuó dando rienda suelta a su rabia y le cortó las dos muñecas. Satomi quedó tirada en el suelo de la clase vacía, agonizando en total silencio.

Su asesina salió de allí muy tranquila y caminó hasta su aula. En el camino, debía bajar una escalera. Varios alumnos la vieron descender los escalones con la ropa y su buzo gris manchados de sangre. Uno de ellos sacó su celular y capturó varias imágenes. Una de esas fotos o una imitación de ella, daría la vuelta al mundo.

Natsumi siguió caminando impasible e ingresó a su propia clase. La sorpresa, al verla ensangrentada, fue generalizada. El profesor, que ya había notado que faltaban las dos pequeñas, se aterró. Salió rápidamente a buscar a Satomi. Natsumi fue, detrás de él, llorando y repitiendo: “He hecho algo malo”.

Cuando llegó la ambulancia el corazón de Satomi ya se había detenido por la masiva pérdida de sangre. El estupor de todos era palpable: las manos asesinas tenían solo 11 años.

Cuando llegó la policía, Natsumi confesó y dijo que lo tenía planeado desde hacía cuatro días. En las dependencias policiales mostró algo de arrepentimiento: “He hecho algo malo, ¿cierto? Lo siento, lo siento mucho”, vocalizó mientras lloraba.


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